jueves, 29 de septiembre de 2011

Más cosas sobre la Eneida de Borges: "el amor del hierro"

Por razones acaso peregrinas, la Eneida de Jorge Luis Borges también se localiza en la Universidad de Harvard. Allí acudió el autor argentino precisamente a dictar sus Norton Lectures. Juan Marichal nos refiere en su semblanza titulada “Borges en Harvard” (El País, jueves 2 de septiembre de 1999, p. 10) algunos detalles singulares: “Y al cabo de cuarenta y cinco minutos se había creado en Memorial Hall un clima humano sorprendente, como si un bardo antiguo estuviera allí, reencarnado en la persona y voz de Borges”. Precisamente, durante el verano de 2009 tuve la oportunidad de pasear por aquel Memorial Hall en recuerdo de estas admirables conferencias e incluso de adquirir su voz grabada en la propia librería universitaria de Harvard. POR FRANCISCO GARCÍA JURADONos hemos referido ya en una ocasión anterior al exquisito prólogo que Borges dedica a la Eneida de Virgilio en su Biblioteca Personal. Merece la pena releer algunos de estos párrafos memorables:

“Virgilio no nos dice que los aqueos aprovecharon los intervalos de la oscuridad para entrar en Troya, habla de los amistosos silencios de la luna. No escribe que Troya fue destruida, escribe “Troya fue”. No escribe que un destino fue desdichado, escribe “De otra manera lo entendieron los dioses”. Para expresar lo que ahora se llama panteísmo nos deja estas palabras: “Todas las cosas están llenas de Júpiter”. Virgilio no condena la locura bélica de los hombres, dice “El amor del hierro”. No nos cuenta que Eneas y la Sibila erraban solitarios bajo la oscura noche entre sombras, escribe:

Ibant obscuri sola sub nocte per umbram

No se trata, por cierto, de una mera figura de la retórica, del hipérbaton; solitarios y oscura no han cambiado su lugar en la frase; ambas formas, la habitual y la virgiliana, corresponden con igual precisión a la escena que representan.”

(“Publio Virgilio Marón. La Eneida”, en Biblioteca Personal [Obras Completas IV, Barcelona, 1996, p. 521])

Sin embargo, no todos los versos aquí citados pertenecen a la Eneida. La memoria unifica, y alguno de los versos se asimila al poema épico desde otra obra virgiliana. Es el caso de “todas las cosas están llenas de Júpiter”, el segundo hemistiquio de un verso que encontramos precisamente en la tercera de las Églogas:

Ab Iove principium Musae; Iovis omnia plena;
Ille colit terras, illi mea carmina curae (Verg. Ecl. 3, 60-61)

No se trata de un verso citado al azar dentro del apretado compendio virgiliano. Precisamente, lo encontramos en un poema dedicado a Sherlock Holmes, dentro de Los conjurados (libro tardío de Borges donde no en vano abunda, y no casualmente el recuerdo de Virgilio), abriendo ahora un verso del propio Borges y con notable alteración en el orden de palabras:

“(Omnia sunt plena Jovis. De análoga manera
diremos de aquel justo que da nombre a los versos
que su inconstante sombra recorre los diversos
dominios en que ha sido parcelada la esfera.)”

(“Sherlock Holmes”, en Los conjurados [Obras Completas III, Barcelona, 1989, p. 474])

La cita aparece reescrita en un latín más cercano a la sintaxis castellana y adquiere un claro tono sentencioso, con la inclusión del verbo sunt y el cambio en el orden de las palabras: prácticamente se corresponde con las palabras castellanas que hemos podido leer en el prólogo a la Eneida: “todas las cosas están llenas de Júpiter”. Parece que el texto latino resultante en este último texto viene dado por un traslado al latín de la propia traducción castellana. Este traslado del latín al castellano, y luego del castellano al latín, como ejercicio de memoria y reescritura, es una característica que se da la memoria creativa de otros textos latinos .
El resto de versos citados en este compendio de la Eneida sí pertenece, al menos verosímilmente, a la propia Eneida. Observamos que todos ellos aparecen ordenados en torno a un rasgo compartido, su peculiar manera de referirse a las cosas. Tampoco la elección de este rasgo como denominador común es casual. Se trata de un aspecto capital del estilo virgiliano visto a través de Borges: la estética de la expresión. Observamos que a Borges le interesa la manera según la cual varios conceptos clave se expresan mediante metáforas, como ocurre en los viejos poemas anglosajones. Es el caso de la oscuridad (“los amistosos silencios de la luna”), la destrucción (“Troya fue”), el destino (“de otra manera lo entendieron los dioses”), el panteísmo (“todas las cosas están llenas de Júpiter”) o la propia guerra (“el mal del hierro”). Hemos dicho que, al margen del verso de las Églogas, todos los demás pertenecen a la Eneida. Esto es casi cierto. Resulta enigmática la metáfora del “mal del hierro”, que puede ser una certera recreación virgiliana, o una ampliación verosímil de otras metáforas atestiguadas en el poeta latino, como la “suerte del hierro” (Verg. Aen. 10, 316), el “amor del hierro” (Verg. Aen. 7, 460), e incluso la “pasión por el hierro” (Verg. Aen. 9, 354). La expresión, además, es parecida a la del “sueño de hierro de la muerte” (“iron sleep of death”), a la que alude Borges en sus míticas Charles Eliot Norton Lectures, si bien se la atribuye equivocadamente a Homero. La expresión más cercana, según observa el editor de estas conferencias de Borges, Calin-Andrei Mihailescu, puede encontrarse en el ferreus somnus virgiliano (Verg. Aen. 12, 309-310), si bien Virgilio lo no utiliza más que una vez. Sin embargo, John Dryden, poeta y traductor de Virgilio, nos regala dos veces con la misma imagen en su Aeneid, no sólo al traducir el verso virgiliano en cuestión (“And iron sleep his stupid eyes oppress’d”), sino incluso cuando amplifica con la misma imagen poética los “tristes sueños” que llegan a Palinuro (Verg. Aen. 5, 840-1: te, Palinure, petens, tibi somnia tristia portans / insonti): “Dire dreams to thee, and iron sleep, he bears”. Esta libertad de que hace gala Dryden se vuelve aún mayor en Borges, dado que no sólo añade metáforas virgilianas a otros versos, asimismo, virgilianos, sino que hasta las crea con una verosimilitud tal que parecen del mismo Virgilio. Es lo que ocurre con este “mal del hierro”, o cuando el mismo Borges, mientras piensa en el propio Virgilio, nos habla de “los trabajos de la espada”:

“(...) la breve dicha y la ansiedad que aguarda,
de marfil y de música Virgilio,
que cantó los trabajos de la espada (...)”

(“Elegía”, en La cifra [Obras Completas III, Barcelona, 1989, p. 309])

Mención aparte dentro de esta enumeración de versos requiere el ibant obscuri sola sub nocte per umbram, traducido por Borges desde su negación: “No nos cuenta que Eneas y la Sibila erraban solitarios bajo la oscura noche entre sombras”. Lo más notable de este verso es su aparición en latín y su recuerdo constante por parte del mismo Borges, tanto cuando escribe como cuando habla en diferentes entrevistas. FRANCISCO GARCÍA JURADO

PS. Una errata insconsciente se había deslizado: en lugar del "amor del hierro" yo copié el "mal del hierro". Modificación borgiana de un texto borgiano.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Catálogo razonado de manuales de literatura griega y latina en España

Los hispanistas han descubierto ya desde hace tiempo que el estudio de la narración de la historia de la literatura española a través de los manuales no es una cuestión AJENA a nuestra propia concepción de la literatura. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO. HLGE
Me ha parecido, en este sentido, muy interesante, la investigación que ha llevado a cabo el doctor Antonio Martín Ezpeleta bajo la dirección de Leonardo Romero Tobar sobre la Historia de la literatura española de Ángel Valbuena Prat, cuya primera edición es del año 1937. Es, entre otras cosas, el primer manual de literatura (dos gruesos volúmenes ya en su primera edición) que abandona como dominio ajeno la parcela de la literatura hispano-latina y que perfila con una gran capacidad de predicción lo que será con los años nuestra actual percepción del canon. No podemos pensar que la historiografía literaria constituye un simple andamiaje que luego, una vez construido el edificio, se retira sin más. Ese andamiaje forma parte de la misma estructura del edificio.
El relato de la literatura griega y latina en España constituye una parcela más discreta que la de la literatura española, pero mantiene con ella complejos contactos y, además, todavía hoy resulta un terreno prácticamente inexplorado. El profesor Fernández Corte escribió hace tiempo un interesante artículo sobre este tema en la revista Cuadernos de Filología Clásica (Estudios Latinos), donde planteaba el asunto de la narración de la literatura latina como un "discurso" que se va legitimando progresivamente a lo largo del siglo XIX. Así pues, desde una perspectiva propia de Michel Foucault acerca de la arqueología de las ciencias humanas, es posible plantear un asunto a menudo invisible para nuestros colegas de profesión. Hace un tiempo, tras no muchos sinsabores, logré terminar un trabajo titulado "Ensayo de una Historiografía de la Literatura Latina en España (1778-1936)". Cuando inicié este estudio hace años, allá por 2002, no llegué a pensar que se tratara de una materia tan compleja y rica de matices. Hoy no voy a hablar de cuestiones historiográficas en sí, pero sí me gustaría comentar que ya sólo la cuestión bibliográfica de la recopilación de materiales ha sido laboriosa. Parece, a priori, fácil recopilar todos los manuales de literatura griega y tatina en España, pero en cuanto entramos en materia surgen los problemas. Entre otros, el del propio concepto de "Historia de la literatura", que desde la Ilustración se va construyendo, literalmente, a lo largo del siglo XIX. Un hito importante lo constituye el programa que Federico Augusto Wolf dedica a la materia en 1787, pero cuyo planteamiento y conceptualización no llega a España hasta bien entrado el siglo XIX. Mi colega Bernd Marizzi y yo mismo también hemos publicado la primera versión española del catálogo. En todo caso, si bien con reservas, es posible establecer el primer "manual de literatura latina" en España en 1792, gracias a la obra de Casto González Emeritense, cuya portada de su Compendiaria in Latium via aparece aquí reproducida. Todavía no se habla de Historia de la literatura latina. Lo mismo podemos decir para la Literatura griega, que también aparece este mismo año de la mano del autor citado. Ambos libros ofrecen una cronología donde se dan cita los autores griegos y latinos, c0n una breve nota biobibliográfica (se trata, en realidad, de un resumen bastante logrado de las imponentes Bibliotheca Latina y Graeca de Frabricius). A partir de este momento, ya no encontramos manual alguno hasta 1846, fecha en que Ángel María Terradillos publica su manual destinado a un nuevo sistema de enseñanza inspirado por Gil de Zárate. Al escritor aragonés Braulio Foz le correspondió el honor de publicar la primera literatura griega en 1849.
Una nueva dificultad vino dada por las diferencias entre ediciones de un mismo manual. Suelen aparecer cambios que a menudo son significativos, como ocurre con el propio manual de Terradillos, que en su segunda edición de 1848 deja reflejar ya las ideas de la historiografía literaria romántica venidas de la mano de Federico Schlegel.
Por hoy basta, si bien creo que lo dicho hasta ahora da muestra de algunas de las dificultades varias que he ido encontrando en este estudio en principio tan acotable, pero que va teniendo visos de haberse convertido en interminable.
Francisco García Jurado H.L.G.E.

martes, 27 de septiembre de 2011

¿Escribió Plauto en lengua vasca?

Algunas de las muchas noticias que voy recogiendo tanto para las biografías como para las obras que integran mi Catálogo razonado de manuales de literatura griega y latina en España son, cuando menos, sorprendentes. Este es el caso de la polémica que se entabló en torno a la erudita cuestión de si seis de los versos que aparecen escritos en púnico dentro de la comedia Poenulus de Plauto estaban escritos en lengua vasca. FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE
Fleury de Lécluse (1774-1845) fue profesor de lengua griega en la Universidad de Toulouse y es un buen representante de lo que entendemos como erudito romántico. Los eruditos románticos se caracterizan por algunos intereses nuevos, como el cultivo de las historias nacionales de la literatura, el gusto por autores arcaicos, especialmente Plauto, o el uso de las lenguas modernas como vehículos de comunicación del conocimiento relativo a la Antigüedad clásica. De manera concreta, el renovado interés por la comedia latina, en especial la de Plauto, es ya de por sí un indicio característico de la historiografía de la literatura latina durante la época romántica, pues ve en este autor latino un exponente del lenguaje popular. No es, a este respecto, una mera anécdota la curiosa polémica que en torno a Plauto surgió precisamente al calor de la moda de los estudios sobre lengua vasca, y que consituye otro rasgo de la erudición romántica. Lécluse cuestiona en su Grammaire Basque, publicada en 1826, que seis versos procedentes de los textos púnicos del Poenulus plautino pudieran estar escritos, precisamente, en lengua vasca. Cuestionaba de esta forma las encendidas propuestas de algunos eruditos que, como ocurrió especialmente Bartomé de Santa Teresa, no dudaron en enfrentarse abiertamente y por escrito con el profesor francés. Así lo vemos en el libro titulado Plauto bascongado ó el bascuence de Plauto en su comedia Poenulo acto 5º 1ª y la impugnación del Manual de lengua basca, publicado en 1828. Lécluse, a su vez, replicó con un opúsculo titulado Plauto polígloto, o sea, hablando libremente hebreo, cántabro, céltico, irlandés, húngaro, etc., publicado en 1828. El título es, naturalmente, irónico, pues el autor afirma que con los métodos de interpretación que adoptan los exégetas Plauto podría haber hablado incluso en chino, y hasta da pruebas de ello. Así las cosas, Plauto queda unido a la propia polémica relativa a los orígenes de la lengua vasca, que es un cuestión candente a partir del siglo XIX, dado que atrajo la atención de estudiosos tan relevantes como el propio Wilhelm von Humbloldt. Francisco García Jurado