viernes, 29 de abril de 2011

Viajes literarios: Pessoa, Lisboa y la nostalgia

Algo de sano fetichismo y, sobre todo, la curiosidad motivan nuestros viajes literarios. De entre esos viajes recuerdo con felicidad el que hicimos a Petersburgo para conocer los lugares donde habitó Ossip Mandeltam, o el viaje a París para recorrer el Marais de Marcel Schwob. Esta vez le ha tocado el turno a Lisboa, donde no hemos querido perder la ocasión de volver a recorrer la poética de Fernando Pessoa y sus heterónimos. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO. HLGE


Al cabo de 23 años he regresado a Lisboa, ahora con María José. La otra vez tenía justamente la mitad de los años que tengo ahora, y acababa de terminar mis estudios universitarios. Fui con mi hermano Alberto, que entonces era casi un niño. He regresado, pues, a los lugares y a la memoria. El Chiado, en el Barrio Alto, ya no es el mismo, pues un mes después de visitarlo, en el año 1988, fue pasto de las llamas. Veo que se ha reconstruido de manera ejemplar, si bien la antesala de la Rua Garret es ahora un moderno centro comercial con ascensores interiores, aunque menos vistosos que el famoso ascensor de Santa Justa. Me volvió a emocionar recorrer la Rua Garret, entrar de nuevo en la antigua Librería Bertrand (aunque no viéramos nada de especial interés en ella), y encontrarnos, junto a tantos y tantos turistas, con la estatua de Pessoa en el café A Brasileira. Hacerse una foto junto a Pessoa es fácil, es un acto cándido, y me pregunto cuántos de esos turistas que se sientan junto a ese "raro señor con sombrero" (la estatua no está tomada del natural, sino de un retrato pictórico moderno) saben cabalmente quién es este poeta y qué significa para la cultura portuguesa. Acaso esto no importe demasiado, pero un indicio de esta transcendencia podía encontrarse estos días en la misma FNAC que hay en el Chiado, dentro de los nuevos almacenes de los que antes he hablado. Precisamente, la editorial BABEL (que yo confundo constantemente con BIBLOS) ha publicado el facsímil del manuscrito del libro MENSAGEM, donde pueden encontarse algunos de los poemas más herméticos de Pessoa en relación a la Historia de Portugal y el visionario sueño del Quinto Imperio, el imperio cultural sobre el que volverá a reinar el rey don Sebastián una vez regrese de su falsa muerte en tierras africanas. El facsímil es un icono para las letras portuguesas, pues contiene las correcciones que el propio Pessoa hizo para la publicación de este libro, prácticamente el único que publicó en vida. Me pareció, sin embargo, algo caro, pues no contaba con un estudio anejo, que hubiera sido deseable. He aprovechado este regreso a Lisboa y a mi pasado para releer una edición muy concreta de la poesía de Pessoa. El irrepetible Ángel Crespo, comparatista no académico que aúna las raras condiciones de saber pensar y escribir, preparó para Espasa Calpe una selección de los poemas de Pessoa y sus heterónimos, precedida por un estudio de esos que marcan un antes y un después en la lectura de cualquier persona. Allí puede encontrarse la clave hermética y pagana de los heterónimos de Pessoa, en especial Alberto Caeiro, el filósofo que quería filosofar sin pensar, Álvaro de Campos, el poeta vanguardista y contradictorio, y mi preferido, Ricardo Reis, autor de las últimas odas horacianas. También acudimos a la casa de Pessoa, ubicada en uno de los lugares donde vivió el poeta al final de su rara existencia. El ensayo de Ángel Crespo ha supuesto un paréntesis singular en mi vida, algo parecido a lo que María Zambrano calificaría como un claro del bosque. He pensado en la fascinación que podía sentir yo mismo al leer textos semejantes cuando tenía veintitantos años y todo estaba por hacer. Ahora disfruto, sobre todo, con la relectura, ahora el latín también es nostalgia para mí, como para Machado, ahora soy más yo, acaso, pero también todos los otros que he ido dejando por el camino. FRANCISCO GARCÍA JURADO










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