miércoles, 27 de octubre de 2010

GOYA Y EL "IDIOMA UNIVERSAL" (PARA UNA HISTORIA CULTURAL DEL LATÍN EN ESPAÑA)

Dentro del marco de la X Semana de la Ciencia (del 8 al 21 de noviembre de 2010) «Goya y el idioma universal» propone una excursión "biográfica" sobre el pintor Francisco de Goya desde una perspectiva inédita y muy particular: su relación con el imganario educativo de la lengua latina y del mundo antiguo a lo largo de su vida. La cuestión es más compleja de lo que parece, a tenor de lo que venimos investigando desde el contexto de nuestro grupo de investigación UCM sobre Historiografía de la Literatura Grecolatina en España. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO. HLGE

La historia cultural del latín, a la que se ligan otras materias relacionadas con los estudios clásicos, es bastante rica e interesante. Carlos III, sin ir más lejos, utilizó el latín desde el punto de vista político, al encarnarlo en la traducción que su hijo, el Infante don Gabriel, hizo de Salustio, como escaparate de la nueva imagen de España tras la expulsión de los jesuitas (véase a este respecto el catálogo correspondiente a la exposición Corona y Arqueología, celebrada en el Palacio Real de Madrid, celebrada a mediados de 2010). Desde esta perspectiva científica, es posible trazar un esbozo biográfico de Goya desde el latín, lengua que el insigne pintor aragonés estudia con los escolapios en Zaragoza. El conocimiento del mundo antiguo se hará más intenso durante su viaje a Italia, como podemos ver a través de su cuaderno, conocido como “Cuaderno italiano”. Asimismo, valoraremos la crítica del propio Goya hacia los eruditos (muy pareja a la que hace Juan Pablo Forner), de donde no se escapa cierto dómine, y examinaremos la lacónica biografía trazada en latín como epitafio -en la fotografía inferior-, inspirada curiosamente en un verso del poeta Lucrecio, autor de una obra donde recoge las doctrinas epicúreas. Lucrecio se convirtió en lectura dilecta de algunos autores de carácter liberal, como podría ser el caso del abate Marchena.
Los integrantes de la actividad son el doctor Francisco García Jurado, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, María José Barrios Castro, doctora en Filología Clásica e investigadora del grupo “Historiografía de la literatura grecolatina en España”, y Raquel Sigüenza Martín, especialista en iconografía y doctoranda en la Universidad Complutense. Cada una de estas personas se encargará de hacer una panorámica distinta de acuerdo a su especialidad. García Jurado, coordinador de la actividad, hablará sobre la enseñanza del latín y la retórica al calor de las nuevas corrientes estéticas y políticas en la transición del siglo XVIII al XIX. Barrios Castro, que en este momento está estudiando cuestiones relativas a los viajes y la erudición clásica durante el siglo XVIII, se centrará en el Cuaderno italiano de Goya y los viajes por Italia como fuente de recreación moderna del mundo antiguo (a este respecto, es muy interesante el motivo del cuadro que pinta en Italia para un concurso, precisamente el paso de Aníbal por los Alpes -en la fotografía superior-, pues aunque sea un tema impuesto dice mucho del contexto cultural clasicista de la época). Por su parte, Sigüenza Martín, como especialista en iconografía, comentará, entre otras cosas, los frescos de Goya en la ermita de San Antonio de la Florida, que es el punto final de la excursión. FRANCISCO GARCÍA JURADO

lunes, 25 de octubre de 2010

VIAJES POR UNA HISTORIA IMAGINARIA DE LA LITERATURA

Hoy, lunes 25 de octubre de 2010, hablaré en Caixa Forum, por cortesía de la Delegación madrileña de la Sociedad Española de Estudios Clásicos. El tema de mi charla oscila entre los viajes y la literatura: un recorrido por una historia imaginaria de las lecturas que los autores modernos han hecho de los antiguos. Os ofrezco el resumen y el comienzo de de este viaje. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO. HLGE
El siglo XX ha desubicado a los autores grecolatinos en muchos sentidos, y uno de ellos es el literal. De esta forma los autores antiguos reaparecen en lugares insospechados de una geografía moderna y real: Virgilio en Harvard, Esquilo en Albania, Suetonio en La Habana, o Píndaro en Atlanta. Haremos un viaje imaginario por las nuevas lecturas de los clásicos a partir de cuatro grandes mitos en torno a la literatura: el mito del autor y su obra, el mito del texto, el mito de la crítica y el del lector.
HISTORIAS NO ACADÉMICAS DE LA LITERATURA. Nos sigue pareciendo un hecho mágico que unos libros, los modernos, nos puedan hablar acerca de otros libros, precisamente los antiguos. Esto convierte a la literatura en estimulante juego y en biblioteca viva, capaz de contar incluso la historia de sí misma como tal literatura, si bien de una manera bastante lejana a la de las historias de la literatura que se encuentran en los libros académicos. Nuestras lecturas, de hecho, son algo bien distinto a la linealidad que a menudo trazan tales historias literarias, parecidas más bien a grandes autopistas que atraviesan la selva. Nosotros, por el contrario, somos capaces de asociar obras muy diferentes entre sí, lejanas en el espacio y el tiempo, y podemos articular una visión radicalmente nueva de la propia historia de la literatura. Así pues, frente al criterio eminentemente positivista que domina buena parte de la historiografía literaria, especialmente la de los siglos XIX y XX, la historia no académica que vamos a proponer aquí se caracteriza por sus criterios intuitivos de relación, frente a las historias oficiales, organizadas normalmente a partir del doble criterio de los géneros y los períodos literarios. Muy al contrario de lo que encontramos en los manuales, nuestra forma de organizar mentalmente las lecturas realizadas a lo largo de nuestra vida no tiene forma de manual, como algunos podrían pensar (y cuánta culpa tiene esta creencia en el hecho de que tantas clases de literatura sean recordadas al cabo de los años como algo tedioso), sino que presentan, más bien, el aspecto de una “antología inminente”, en palabras de Alfonso Reyes. Por lo tanto, nosotros, como lectores y posibles autores, somos los portadores de unos textos que, una vez leídos y soñados, terminan formando parte de nuestra vida en asociaciones completamente imprevistas. Si bien no somos sus dueños (como pretenden los partidarios más extremos de la llamada “estética de la recepción”), tales textos nos pertenecen y nos convierten en sus transmisores, los que hacemos posible que aquéllos vuelvan a la vida cada vez que los recordamos o evocamos. La alquimia que los sentidos del texto van conformando en nuestra mente, ligados a nuestras experiencias vitales, es, en definitiva, la que va a conferir su significado más profundo y vital, al menos para nosotros. Hay, por tanto, una posibilidad, cada vez menos remota, de que sea la propia literatura quien cuente la historia de sí misma, de una manera mucho más imaginativa que la que se relata en las historias oficiales. Que muchos autores dejen a lo largo de sus obras testimonios diversos de sus lecturas supone una ocasión magnífica para poder rastrear, a su vez, esta forma imprevista de historia literaria a la que nos referimos. En muchos casos, esta insospechada historia de la literatura generada en la experiencia de un lector-autor ha supuesto por sí misma una avanzadilla notable con respecto a las interpretaciones académicas. Por ejemplo, el escritor austriaco Hermann Broch indaga desde dentro de su propia circunstancia vital acerca de las razones por las que el poeta Virgilio quiso quemar su Eneida poco antes de morir, y lleva a cabo esta indagación al margen de los datos que han aportado tradicionalmente la llamadas Vitae Vergilianae. Esta comprensión de Virgilio en términos estrictamente hermenéuticos ha llamado la posterior atención de académicos, especialmente los de la llamada “Escuela de Harvard”. De esta forma, la creación literaria ha ido significativamente por delante de la propia actividad filológica.

FRANCISCO GARCÍA JURADO