viernes, 19 de febrero de 2010

CIENCIAS HUMANAS: RELACIÓN ENTRE CAMBIOS TECNOLÓGICOS Y CONCEPTUALES


Los puristas siguen pensando que "lo bueno" es la filología pura, y hay hasta quien nos tacha de "parafilólogos" (me encantó la denominación) a quienes nos adentramos en nuevos terrenos, en relaciones inéditas. Creo que si los ingenieros de telecomunicaciones pensaran como piensan algunos de mis colegas dirían que la "pureza" de sus estudios está en el teléfono de Graham Bell. Redactado por Francisco García Jurado
Hace unas horas se me ocurrió ver una analogía curiosa: el pequeño ordenador que estoy utilizando ahora mismo para escribir este blog, sentado cómodamente en un sillón y lejos de mi casa o de mi despacho de la facultad, es algo parecido a lo que supuso el desarrollo del libro de bolsillo. Mi relación con el mundo virtual ha cambiado considerablemente desde que me muevo constantemente con mi portátil a todas partes. Antes, esta relación tenía algo de solemne, pues debía esperar el momento de poderme sentar en una mesa ante un ordenador personal que ocupaba, precisamente, más de media mesa. Asimismo, allá donde va mi portátil va también la nutrida biblioteca de libros virtuales que he ido descargando de google books, y que me sería imposible transportar en caso de que los libros fueran reales. Y esto lo digo como aficionado que soy a la bibliofilia. Esta relación dinámica y fluida con los soportes digitales también ha cambiado mi forma de trabajar e incluso de concebir las propias humanidades, que constituyen el campo de mi investigación. En particular, para mis estudios sobre literatura comparada, sobre encuentros complejos entre autores antiguos y modernos, los buscadores se han vuelto imprescindibles. Todavía recuerdo el día que descubrí que un gran poeta argentino, Arturo Capdevila, había escrito un largo poema dedicado al erudito latino Aulo Gelio. Esto lo descubrí escribiendo en el buscador Google las palabras "Gelio" y "Borges". Los cambios conceptuales se están produciendo de manera muy rápida en el mundo de las nuevas tecnologías. Teléfonos móviles y ordenadores se funden en objetos híbridos, y no hay problema alguno en ello. Sin embargo, una buena parte de mis colegas se sigue asombrando de las cosas que hacemos los ya supuestos "jóvenes" de la profesión. El otro día, en una tesis doctoral, una colega se escandalizaba de que considerásemos a Jorge Luis Borges como una "fuente clásica" para el estudio del mito del minotauro en la poesía española de finales del siglo XX. Los puristas siguen pensando que "lo bueno" es la filología pura, y hay hasta quien nos tacha de "parafilólogos" (me encantó la denominación). Creo que si los ingenieros de telecomunicaciones pensaran como piensan algunos de mis colegas dirían que la "pureza" de sus estudios reside en el teléfono de Graham Bell. El historiador Reinhart Koselleck (en la fotografía), teórico de la llamada HISTORIA CONCEPTUAL, afirma que nuestro más inminente futuro vendrá marcado por la revolución conceptual. Sin darnos cuenta, las cosas han sido más o menos siempre así, pero quizá de manera imperceptible. El "humanismo", como nuevo paradigma de las ciencias del espíritu a comienzos del siglo XIX, supuso un nuevo concepto formado sobre la vieja palabra de HUMANITAS. Creo, en definitiva, que los grandes cambios conceptuales que se están produciendo en la tecnología tienen también su equivalente en las ciencias humanas. Tan sólo son menos visibles, pero quizá más profundos. FRANCISCO GARCÍA JURADO. HLGE

martes, 16 de febrero de 2010

EL CÓDICE DAZA Y MARIO DAZA DE CAMPOS


Ha sido para mí una verdadera sorpresa saber que el “Códice Daza”, un manuscrito de Lope de Vega que ha adquirido recientemente la Biblioteca Nacional de España, perteneció nada menos que a uno de los profesores que he estado estudiando durante estos últimos años en el marco de un proyecto de investigación sobre los estudios clásicos durante la Edad de Plata de la cultura española.
La persona en cuestión es Mario Daza de Campos (1860-1943), catedrático de lengua griega en la Universidad de Madrid desde 1897, y es su propio apellido el que ha dado, incluso, nombre al propio manuscrito. Éste formaba parte de un legado mayor, la colección y biblioteca Madrazo, depositada hoy en el Museo Nacional del Prado, según podemos leer en la página web del propio museo: “Luis de Madrazo heredó una parte del estudio de su padre, José, y también del de su hermano Juan, arquitecto, fallecido sin hijos. Además, puesto que Luis casó con Luisa de Madrazo y Garreta (1836-1884), hija de su hermano Federico, se reunió en su rama familiar parte de la herencia de Federico, quien había sido el otro principal heredero del estudio de José. Todo ello pasó a María Teresa de Madrazo y Madrazo, que casó con el Catedrático de la Universidad Central, Mario Daza de Campos y, a través de herencias, a sus hijas Daza Madrazo, y a los sobrinos de ésta, sus últimos poseedores, a quienes se ha adquirido el conjunto.” http://www.museodelprado.es/coleccion/nuevas-adqu(isiciones/2006/coleccion-y-biblioteca-madrazo/). En lo que respecta a Mario Daza, éste, tras una polémica y sonada oposición26, fue nombrado catedrático numerario de Lengua y Literatura Sánscritas en 1897, y la ejerció hasta 1933, año de su jubilación, si bien continuó ligado a la Facultad hasta 1936. De manera muy propia al carácter polifacético de estos hombres, además de doctor en Letras, era también licenciado en Derecho Civil y Canónico y ejerció la abogacía. Quizá uno de sus mayores méritos fue transmitir el interés por el Sánscrito a un profesor como Pedro Urbano González de la Calle, que llegó a impartir la enseñanza de esta lengua en la Universidad Nacional Autónoma de México.

Francisco García Jurado
H.L.G.E.

lunes, 15 de febrero de 2010

LO QUE RESULTA RENTABLE EN LA VIDA DE UN SER HUMANO


Quien escribe este blog, O cuaderno de bitácora, no es una persona adinerada ni jamás lo ha sido. Tampoco creo que lo sea en un futuro más o menos cercano. De hecho, ni tan siquiera juego a la manida lotería para, al menos, tener una diezmillonésima posibilidad de poder cambiar de condición social. Muchas veces, cuando hablamos de rentabilidad, o de cosas rentables, se piensa sólo en el dinero, pero estoy cada vez más convencido de que su falta excesiva puede ser tan dañina como su propia acumulación. Desde mi punto de vista, y parafraseando a algunos clásicos que nos hablan de la "aurea mediocritas", creo que la cantidad adecuada de dinero es aquella que nos permite no preocuparnos por él. Naturalmente, la cantidad no será la misma en unos u otros casos. En fin, toda esta reflexión viene inspirada por algo que estoy leyendo estos días. Se trata de un artículo publicado hace muchos años en el Barnard´s American Journal of Education, concretamente en 1859. Un antiguo discípulo de Federico Augusto Wolf, el padre de la Filología Clásica Moderna, nos habla sobre el ideal humano que movía a su maestro. Entre otras cosas, cuenta una anécdota realmente significativa. Se dice que Wolf decidió trasladarse a la Universivdad de Halle como profesor por la cantidad de trescientos "thalers", una moneda de plata de uso común por aquella época. No voy a entrar en si esta cantidad era copiosa o exigua, pero sí diré que al mismo tiempo que aceptó esta oferta de trabajo renunció a trabajar en Osterode, donde se le pagaban setecientos, e incluso en Gera, donde la cantidad ascendía nada menos que a mil thalers.

Wolf, por tanto, aceptó la oferta económica más exigua, pero, al mismo tiempo, la más rentable. En Halle iba a poder comenzar a desarrollar su sueño de poner en marcha unos modernos estudios filológicos, frente a la Teología dominante, y de desarrolar el plan de lo que iban a ser las nuevas humanidades en la Europa moderna. Ahora que mi colega Bern Marizzi y yo mismo estamos preparando una edición comentada del programa de curso de literatura latina que publicó en Halle en 1787, pienso, a su vez, en la felicidad que este trabajo de investigación pudo reportar a Wolf, y en la que a mí me reporta. No soy, sin embargo, de esas personas que no entienden la vida más allá de la Filología, pero sí es verdad que en los libros, en el trabajo intelectual, he encontrado algo parecido a un absoluto.


Hay cosas que son importantes y otras que no lo son.


Francisco García Jurado

H.L.G.E.