jueves, 22 de octubre de 2009

PRÍNCIPES Y CLÁSICOS: LA CIUDAD ANTIGUA COMO CANON LITERARIO


Mi colega la profesora Mercedes López Suárez, de la Facultad de Ciencias de la Información en la Universidad Complutense, me ha invitado amablemente a participar en el I Congreso Internacional "Ciudades Creativas", que se celebra entre los días 22 y 24 de octubre de 2009. Es un congreso interdisciplinar, lleno de sugerencias en torno a ese concepto escurridizo que es la ciudad, en este caso como punto de partida para la inspiración y la creación.

Ella quiso que mi intervención se remitiera a las ciudades de la Antigüedad, hecho que me asustó por la envergadura del proyecto. Pero la casualidad, quizá causalidad, me ha hecho trabajar intensamente durante estos últimos dos años en el viejo concepto de "clásico", que de una manera acaso no evidente está estrechamente vinculado al ensueño de la vieja Roma. Debemos remitirnos a una época concreta para situar este ensueño, el siglo II después de Cristo, donde se está desarrollando una idea mitificada de la Antigüedad. Lo antiguo, por el hecho de serlo, es modélico y admirable. Y es en ese contexto donde mi querido Aulo Gelio transcribe unas palabras de su amigo Frontón donde éste habla, precisamente, de aquellos autores antiguos que podrían ser comparados, precisamene, con los viejos ciudadanos de la clase más alta que había en la Antigua Roma, la de los "classici". La metáfora no adquirió desgraciadamente un desarrollo mayor, pues parece perdida hasta la llegada de los autores renacentistas, que la retoman y le confieren nuevo vigor. Pero no por ello deja de ofrecernos una imagen de la antigua ciudad de Roma como depositaria de un canon gramatical. Los ciudadanos de la primera clase se llamaban "classici", frente a los que ya están incluso por debajo de la clase más baja, los "proletarii". En la antigua Roma aquellos extremos del espectro social son estrictamente sincrónicos. Sin embargo, en la metáfora, si los escritores "classici" son los antiguos, los "proletarii" son tales por su condición de modernos. Esto tiene unas consecuencias interesantes, pues esta Roma literaria adquiere una dimensión atemporal. Cabría pensarse que al cabo de los siglos la metáfora urbana de los "classici" se conrrespondería con la alegoría de la ciudad de los escritores, que encuentra una de sus cumbres, precisamente, en la República literaria de Saavedra Fajardo. Allí donde esperaríamos encontrar la palabra clave, precisamente una acrópolis ideal. Pero esto, para nuestra sorpresa, jamás ocurrió. La palabra "classicus" perdió rápidamente su primitiva motivación social para pasar a asociarse con otros mundos, como el de la escuela.

No obstante, me sigue gustando pensar en la congruencia de la metáfora de "classicus" y la alegoría de "República literaria", pues ambas comparten el carácter ideal de la ciudad como canon y recinto utópico, atemporal.

Francisco García Jurado
H.L.G.E.

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