domingo, 4 de noviembre de 2012

"Difícilmente podré morir del todo": un poeta ruso llamado Horacio

Marina Tsvietáieva (1892-1941), autora de la generación de Anna Ajmátova y de Ossip Mandelstam, es una de esas mentes privilegiadas y trágicas que vieron cómo su mundo de poesía sublime, de Atenas pertersburguesas, desaparecía bajo el yugo soviético. No se les permitió ser como eran, sublimes, distintos, y no pudieron ni supieron sucumbir poco a poco a la vida gris que se les imponía.
POR FRANCISCO GARCÍA JURADO. HLGE.
Hace tiempo podíamos leer en un diario un titular sobre Marina Tsvietáieva que nos devolvió a un recuerdo intenso del verano que María José y yo visitamos Moscú. El titular era contundente, hermoso: "Difícilmente podré morir del todo", y es una frase de Marina tomada de una de las últimas cartas que escribió durante su exilio parisino, cuando vivía en la calle y en la extrema pobreza: "Mi vida es terrible. Es mi no-vida... Difícilmente podré morir del todo". Esta frase desoladora es, ante todo, un anhelo que va más allá de la vida, un grito que se impone sobre las circunstancias que constriñen nuestro ser carnal. La frase, sin quererlo, es un eco del poeta Horacio, de su oda trigésima del libro tercero de Odas, la que comienza con un verso inmortal: EXEGI MONUMENTUM AERE PERENIUS ("levanté un monumento más duradero que el bronce"), y que en su verso sexto nos dice NON OMNIS MORIAR, es decir, "no moriré del todo". Que hayamos reconocido a Horacio en este título es un hecho que va más allá, mucho más lejos, de la pedantería o el mero culturalismo. La sombra del poeta romano se confirma ya dentro del artículo, cuando Tsvietáieva anota a sus diecisiete años: "No hay nada real por lo que valga la pena luchar, por lo que valga la pena morir. ¡La utilidad! ¡Qué ordinariez. Lo útil con lo agradable...". Esa frase incompleta del final de la cita es parte de un famoso verso del Arte Poética horaciano, OMNE TULIT PUNCTUM QUI MISCUIT UTILE DULCI (v. 343), es decir, que "ganó todos los votos el que fue capaz de unir lo útil con lo dulce". Marina Tsvietáieva ha aprendido seguramente (no tengo que comprobarlo estudiando su biografía) la preceptiva clásica: tiempos de juventud y de proyectos. Pero el otro eco horaciano es seguramente mucho más vital e íntimo que el de una mera lectura académica, es con toda seguridad un verso que acompañó a Marina a lo largo de toda su dura vida, un verso que anduvo en su cabeza incluso cuando vio morir a su hija de inanición. Voy a contar ahora por qué este verso nos ha recordado nuestro viaje a Moscú, porque aquí está la clave de todo.
Cuando llegamos al aeropuerto de Moscú vivimos una pequeña pesadilla de espera en una interminable cola. Incluso tuvimos que organizar a los desconocidos que estaban junto a nosotros para cerrar filas e impedir que se nos colaran los que iban llegando después con la intención de pasar por el control de pasaportes antes que nosotros. Una vez que tras un tiempo indefinido y denso pudimos acceder a la salida del aeropuerto nos esperaba una joven rusa para acompañarnos al hotel. Nosotros aún salíamos con la adrenalina a flor de piel, tras tantas tensiones (incluso María José había sido retenida durante un rato porque no coincidia una cifra de su visado con la del pasaporte). La muchacha, guía turística, se sentó en el asiento delantero de un mercedes negro y nosotros dos fuimos detrás, mientras el conductor, un joven ruso, hacía de las suyas al volante. Comenzamos a hablar y ella, muy en su oficio, centró la conversación en contarnos cosas sobre Moscú que en realidad ya sabíamos. Después de haber rechazado cortésmente todas las rutas turísticas que nos ofreció (recorridos nocturnos en bus y cenas típicas) quise que habláramos de algo más personal, algo que al menos rompiera un poco el hielo de aquella situación. Le contamos que éramos profesores de lenguas clásicas, y ella, entonces, nos dijo que lo único que sabía de literatura latina era el poema de Pushkin titulado, precisamente, EXEGI MONUMENTUM. y cuyas dos primeras estrofas (en versión de Eduardo Alonso Luengo) son las siguientes:

Me erigí un monumento que no labró la mano,
la ruta que a él conduce no cubrirá la hierba,
y alza muy por encima del pilar de Alejandro
su indómita cabeza.

No moriré del todo - mi alma en la sacra lira
sobrevivirá al polvo y no se pudrirá,
y célebre he de ser mientras aliente un vate
en este mundo sublunar.

Cuando esta muchacha nos habló de Pushkin y de Horacio pude recordar, entonces, en la inmensa lejanía, dónde estaban nuestros queridos libros de Horacio, en la biblioteca española que ahora era una realidad remota, pero que aún permanecía unida a nosotros sentimentalmente por todos los recuerdos personales que suscitan nuestros libros del poeta latino. Fue entonces cuando sentí que Horacio también era un poeta ruso, un poeta que, como Ovidio, había sido cantado y evocado por el gran poeta que funda la poesía rusa, Alexander Pushkin, y que aquello era ya bastante para que comenzara a sentirme ubicado en aquella nueva realidad que se nos abría ahora en la inmensa ciudad de Moscú. Al igual que Mandelstam se sintió Ovidio en los últimos días de su vida, Marina Tsvietáieva evocó un verso de Pushkin-Horacio aprendido durante los tiempos escolares. Cuando un poema pasa a formar parte de nuestro propio ser comienza a ser una compleja y profunda forma de cultura. Todo esto me vino a la cabeza cuando leímos ayer, durante una luminosa mañana de sábado, el periódico del día anterior. En ese momento, María José y yo sentimos uno de esos "claros del bosque" que se abren (afortunadamente) a menudo en nuestra vida cotidiana, y una evocación, una evoación como ésta, compartida por ambos, nos hizo inmensamente felices.
Francisco García Jurado

H.L.G.E.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenas noches. Llegué a este blog navegando por internet por mera casualidad. Puse en google "morir del todo", evocando el blog de una amiga cuyo link había perdido hace mucho tiempo. Ese era el nombre de una de sus poesías. Me gustaba mucho.
Después de leer tu post, me he quedado impresionada por momentos, creo que ha sido mejor que encontrar el mismo blog de mi amiga.

Me gustó mucho el poema. Y mucho más enmarcado en vuestra experiencia rusa.

No es tanto por el poema o por una experiencia en otro país lejano,

sino por encontrar a otras personas que aman tanto las letras como tú y que aunque no las conoces ni las llegaras nunca a conocer, a veces por leerles te puedes sentir como si fueran de tu propia familia.

O más que la familia, como si fuera tus verdaderos amigos.

Como si parte de ese mismo blog, lo hubieras escrito tú misma en otro vida y ya no lo recordaras...

La verdad es que empecé este comentario sólo para darte la gracias por compartir el blog,
igual me he excedido...


Pues eso gracias por compartirlo.



Por cierto, yo también me llamo Maria José.

Un abrazo.