sábado, 25 de octubre de 2008

DESDE TOULOUSE


Hoy ha sido un día largo e intenso que ha terminado muy bien. Esta vez, en lugar de contar alguna cuestión historiográfica o literaria, voy a remitirme a lo acontecido, simplemente. Como sabéis, durante los días 23 a 26 de octubre me he desplazado hasta Toulouse para participar en el Colloque International sobre la recepción de Tucídides entre los modernos. El profesor Pascal Payen ha logrado que el congreso funcione como un reloj en todos los aspectos, desde los asuntos académicos hasta los más mínimos detalles. Esta mañana nos tocó hablar a los participantes españoles, Mirella Romero y yo mismo. A las diez abrí la sesión matinal, no sin antes haber hecho todo un ejercicio de reflexión nocturna para lograr sentirme a gusto durante mi ponencia. Sabía claramente que si me sentía bien y seguro las cosas podrían salir bien, como así ha sido. Aunque he hablado en español, no sin antes pedir excusas, he logrado que se me siguiera bien gracias al texto de mi trabajo y al power point. Tras esta sesión intervino luego el propio profesor Payen disertando sobre Tucídides según el historiador Rollin y cerró la sesión matinal Mirella Romero con la visión de Tucídides en los manuales españoles. Vi cómo un asistente copiaba sistemáticamente la copiosa bibliografía que ella iba dando a lo largo de su intervención. Creo que los españoles hemos estado muy bien, y me alegra mucho, pues al llegar a Toulouse me sentí un tanto desasosegado. Mi ponencia tuvo algunas preguntas interesantes, y he tenido la suerte inmensa de conocer a Pablo Asencio, que termina en estos momentos una interesante tesis sobre los clásiscos en el Abate Marchena. Como traté del tema de las ediciones retrospectivas de la versión que Diego Gracián hace de Tucídides, me comentó que la introducción de una de esas reediciones, precisamente la de la Biblioteca Clásica, está calcada de la introducción de la versión francesa de Levesque. Es un dato precioso que ahora debo calibrar en todo su detalle. Pablo viene de la Universidad de Málaga, y ahora investiga en Versalles.
Tras la comida y las sesiones de la tarde pudimos dar luego una vuelta por los canales de Toulouse, que me han parecido impresionantes como obra de ingeniería y también como lugar para el paseo. Toulouse es una ciudad de discreta belleza, abarcable y civilizada, apta para turistas de otro tiempo, de esos que no desean ver aglomeraciones a la puerta de los museos.
Tras el paseo, largo y constructivo, acudimo a la "cena amical" con que nos ha obsequiado el congreso. No entraré en los detalles, pero ha sido copiosa y exquisita. Nos hemos sentado, al igual que en la comida, Mirella, Pablo y una profesora italiana que vive en París, Adriana Zangara, con quien hemos compartido conversación amena, a la altura de la propia cena.
En conclusión, he disfrutado de un día congresual tranquilo y exitoso, sabiendo sobre todo que a menudo este éxito discurre por el filo de una afilada navaja marcada por la suerte.

Francisco García Jurado
H.L.G.E.

jueves, 23 de octubre de 2008

UNA PERLA DE LA BIBLIOGRAFÍA EN LA EDAD DE PLATA


Parecía que estaba muy lejos la fecha, y ya han pasado varios meses desde que se celebraron en la Universidad Complutense las jornadas conmemorativas de la inauguración del edificio de la Facultad de Filosofía y Letras, la mítica facultad de los años 30. El hecho de haber conocido a Santiago López Ríos, alma de todas estas actividades, y de haberme dejado aportar mi tímida colaboración en lo relativo a los estudios clásicos, ha sido una experiencia muy gratificante. Ahora toca inaugurar la exposición, que tendrá lugar en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid, desde el día 11 de diciembre. También tenemos programada una actividad dentro de la Semana de la Ciencia, que comenzará en el Instituto Internacional, en la Calle Miguel Ángel.
Me hizo mucha ilusión, igualmente, corregir las pruebas de mi capítulo sobre los estudios clásicos dentro del catálogo de la exposición. El capítulo en cuestión se abre con una portada, precisamente la que aquí podéis ver también e incluso ampliar para apreciarla con más detalle. Este libro, en mi opinión, es posiblemente el que mejor representa o simboliza aquella etapa en lo que a los estudios clásicos se refiere. El libro al que me refiero se titula Ratnavali o El collar de perlas por CriHarsa; comedia traducida directamente del sánscrito y prácritos por Pedro Urbano González de la Calle; precede una introducción al estudio de la dramática india antigua por Mario Daza de Campos (Madrid, Victoriano Suárez, 1934). En él convergen dos profesores de épocas bien distintas: el viejo catedrático de lengua sánscrita, Mario Daza de Campos, y el todavía joven Pedro Urbano González de la Calle, que no sabía aún, no podía saber, cómo iba a cambiar su vida al cabo de un tiempo. El libro tiene un interesante proemio debido a Daza, donde celebra la inclusión de los estudios de sánscrito dentro de los cursos de la licenciatura de Filología Clásica. Estos estudios habían estado recluidos en el doctorado durante años, y ahora veían la luz para un nuevo tipo de alumno: “Estudios excelsos los de la gramática y literatura sánscritas, encerrados, hasta hace poco tiempo, en el impropio marco del doctorado de Letras, felizmente han hallado su adecuado asiento en la licenciatura de «Lenguas clásicas», cuyo nombre, ciertamente, no podría ostentar dentro de nuestra Facultad, si quedase reducida al cultivo de la filología occidental y se omitiere tan alta disciplina, como es la que abarca la lingüística indiana, origen venturoso del conocimiento científico de la gramática indoeuropea.” Pedro Urbano aprendió sánscrito gracias a Daza, y se atrevió con la pulcra traducción de este drama tomado de la antigua literatura de la India. El libro toma su título del nombre de una bella princesa, Ratnavali y un rey llamado Udayana. Se atribuye al rey Harsa (606-648 d.C.). En el libro se compara alguna vez a ciertos personajes del drama con los de Plauto. Esta obra es un raro espécimen de los estudios de sánscrito en España. No puedo valorar su calidad propiamente, pero sí parece estar escrito con interés y pasión por las bellas letras. Gracias a mi elección y a la consideración de Santiago, el libro estará en una de las vitrinas de la exposición del Conde Duque dentro de unos días. Todavía estaba intonso cuando lo encontré. Parece mentira, pero ningún ojo había posado su vista hasta el propio siglo XXI. Ahora muchos ojos lo verán, aunque sea de soslayo, y cobrará un merecido protagonismo en un contexto adecuado.

domingo, 19 de octubre de 2008

TIEMPO DE HERMOSOS LIBROS


Salvo si se venden o se queman, los libros que hemos adquirido en épocas felices se quedan ahí, aún en tiempos aciagos. También puede ocurrir lo contrario, es decir, que adquiramos un libro en un momento delicado de nuestra vida, a la manera de un conjuro para tiempos más felices. Es como si al comprar un libro nuevo hiciéramos un guiño a los tiempos venideros y pensáramos en un futuro mejor. Ahora que se acaba de inaugurar una muestra sobre Rembrandt en el Museo del Prado me acuerdo de la gran exposición que se celebró en Amsterdam en el año 91. Su catálogo, en dos tomos, apareció un buen día a un precio muy aceptable en las tiendas Vips (ya no hay libros como ese en oferta). Cuando conseguí ese catálogo apenas tuve tiempo de disfrutarlo. Por razones personales que ahora no vienen al caso mi pequeño mundo se hundió durante unos meses, pero el libro quedó ahí y, de hecho, miraba la cara de Rembrandt sonriéndome, como diciendo "ánimo, que el tiempo venidero será mucho mejor". Hace dos días volví a conjurar el tiempo con otro libro. Se titula "La calle del reloj", y está editado en 1950. Es un libro que conocía gracias a mi abuelo, cuyo autor, José Antonio Nováis, fue periodista y corresponsal del diario Le Monde. Aquel libro quedó en otra casa, como preso de una vida pasada. Pero tenía ganas de regalar a María José este pequeño y hermoso ejemplar que evoca una calle madrileña que a veces es testigo de nuestros paseos, de ambos y algunas veces también de Javier cuando nos acompaña. La edición de mi abuelo era la segunda, del año 51. La nueva es más antigua (obsérvese la paradoja), pues se trata de la primera edición del libro, del año 50. Tiene una dedicatoria manuscrita del propio autor, y luego aparecen comentarios también manuscritos del lector al que se destinó la dedicatoria del libro. Sé que el libro pervivirá más allá del tiempo, como lo viene haciendo ya desde hace 58 años. Incluso nos sobrevivirá a nosotros, y también sé que en un futuro cercano servirá como demostración de que su papel de conjuro ha sido eficiente. Lleva mucha felicidad en sus páginas.

Francisco García Jurado
H.L.G.E.