jueves, 31 de julio de 2008

PLACAS ILUSTRES Y TURISMO (y X): "GRECIA" EN SEVILLA. BORGES, EL LATÍN Y LA VANGUARDIA



Coincidiendo con el último día del mes de julio vamos terminar esta serie dedicada a Placas ilustres en ciudades diversas. No quería olvidarme de Sevilla, donde el número de placas que tenemos fotografiadas es sólo comparable a la importancia histórica y artística de la ciudad. Quería fijarme, precisamente, en una placa dedicada a la revista "Grecia", una publicación imprescindible para conocer las vanguardias literarias entre 1918 y 1920. José María Barrera López dedicó a la revista un completo estudio (Sevilla, Alfar, 1991). Las vanguardias se asocian a palabras como creacionismo y ultraísmo, y quizá suene raro que hablemos, en este caso, de otra palabra poco sospechosa de vanguardista, como es la palabra latín. Hace tiempo que me interesa ver cómo las modernas estéticas han recurrido a la Antigüedad para recrearla, y ese fenómeno, poco explorado, pero muy interesante, está también presente en el propio ultraísmo; lo voy a plasmar con un breve pero significativo ejemplo. Cuando vi por primera vez esta placa me acordé de que Borges estuvo, precisamente, vinculado al grupo sevillano. Borges, el latín y los integrantes de "Grecia" se combinan admirablemente en una imprevista asociacion. Saber latín no era para Borges algo indiferente. Su aprendizaje de la lengua de Virgilio en Ginebra, y la posibilidad de acceder a sus textos marcó al autor para toda la vida como uno de los aspectos más característicos de su creación. La combinación entre el uso del latín y la construcción de relatos fantásticos le viene, precisamente, de su admiración por las literaturas francesa, inglesa y alemana, lo que no está desconectado de cierto desdén por la literatura castellana, en especial por su prosa. A este respecto, Marcos-Ricardo Barnatán transcribe oportunamente la impresión que a Borges le causó un encuentro con unos “ultraístas” sevillanos (Marcos Ricardo Barnatán, Borges. Biografía total, Madrid, Temas de Hoy, 1995, p. 113):

“En Sevilla me vinculé al grupo formado alrededor de Grecia. Los integrantes de ese grupo, que se llamaban a sí mismos Ultraístas, tenían el propósito de renovar la literatura, rama de las artes de la cual no sabían nada. Uno de ellos me dijo cierta vez que todas sus lecturas se reducían a la Biblia, Cervantes, Darío y un par de libros del “Maestro”, Rafael Cansinos-Asséns. Sorprendió a mi cerebro argentino descubrir que no conocían lo francés y que para ellos no existía esa cosa denominada “literatura inglesa”. Llegaron a presentarme un “valor local” conocido como “el Humanista”, y no demoré en comprobar que su latín era más exiguo que el mío.”

De un autor que sueña con apropiarse La Eneida y que sonríe al encontrar en un libro de Gibbon un verso de Virgilio no cabe, quizá, un perdón piadoso ante el hecho de desconocer que tras la vanguardia siempre estarán los versos inmortales.


Francisco García Jurado


H.L.G.E.

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